El cuarto del sofá rojo

Cuando tenía un problema muy grande, desde niña todo se resolvía con un abrazo a mamá, y cuando digo todo era desde el problema más pequeño hasta los más graves – que normalmente eran para mí los del corazón -.

No buscaba los brazos de mi madre para sentirme bien, porque no sabía o no era consciente que cada vez que iría, todo estaría resuelto. Solo la buscaba para llorar. Sin embargo la confianza, seguridad, amor, me invadían y era todo lo que necesitaba para sentirme liberada de ese problema.

Con el tiempo, logre resolver los problemas sola, sin embargo casi siempre los del corazón no podía superarlos, necesitaba de ese abrazo antídoto para curarme.

A medida que fui creciendo, sentir ese amor puro no fue suficiente, si no, además, tenía que venir acompañado de un caluroso abrazo, de un tierno olor y el contacto de una piel suave en mi mejilla con ese beso que terminaba de calmarme.

Así pasaron los años y fui infalible, más no invulnerable, me caracterice por ser siempre sensible y vulnerable ante las personas que quería – a veces a las personas que quería y que no me querían también - , pero ese es otro rollo. Todo volvía a ser felicidad siempre, hasta que mi madre se fue de este mundo y esa materia que necesitaba sentir no estaba más, estaba su espíritu, su recuerdo, pensé que podría con eso, sin embargo no fue así, necesitaba su cuerpo, su olor y su calor.

Esto no lo pude reemplazar tan fácil, es más nunca lo reemplace, aunque me sirvió enfrentar los problemas sola - debo decir que siempre terminaba resolviéndolos de otra manera, me hacía la fuerte, la que nada le afectaba al parecer porque inconscientemente sabía que estaba sola, se fueron construyendo capas sobre mí, hasta que descubrí que mi padre también podía hacer el papel de salvador para mí y mis problemas. Funcionó pero siempre creeré que la primera versión osea la de mi madre el efecto era inmediato. Mi padre me brindaba el mismo amor, solo que le añadía un toque de dramatismo ya que él fue muy cariñoso siempre y consolador, en cambio mi madre una persona practica y directa (cruda a veces), dos versiones diferentes que con el tiempo agradecí porque me dieron equilibrio.

Mi padre se fue con los años, él falleció y... que paso después? Quien me sostendría? La respuesta no la sabía, estaba perdida, sin piso, hasta hace poco. Allí aparece el sofá rojo del cuarto de televisión de tengo dentro de mi casa, mi hogar.

El sofá rojo es un futon que se convierte en cama; encontré un lugar especial para instalarlo, un cuarto pequeño esquinada al lado derecho de mi casa. A partir de ese momento ese es el cuarto a donde llego para descansar, sin embargo poco a poco me fui dando cuenta que tenía un efecto positivo en mi emocionalmente, empece a resolver mis problemas desde la tranquilidad de ese sofá.

No me explico que tiene de especial, tal vez sea el cuarto, es espacio o la energía que hay allí. No quiero saberlo, solo quiero seguir disfrutando de lo que tengo.

No estoy reemplazando el amor incondicional de mis padres con un objeto desechable como un sofá. Creo que estoy entendiendo que el hogar es fundamental para toda persona, sentir que tienes donde llegar y que es un límite a todos tus problemas, el espacio donde descansas te sientes seguro y libre a la vez, un espacio tuyo donde solo serás escuchado por ti, la persona que más se conoce y la que quieres como nadie, me parece que eso era lo que  brindaba mi madre con ese abrazo sanador.

Mi cuarto del sofá rojo es ahora mi cómplice, mi consuelo, por ahora, no me apego a esto. Mis padres no están físicamente a mi lado, pero esta su amor depositado tal vez en el espacio que yo elija. Esta vez elijo descansar en un sofá y en mi corazón, en mi hogar.


¿Donde decides que sea tu hogar, donde quieres instalar su sofá? 

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