El Templo de la Luna

Camina 40 minutos arriba de San Blas (Ciudad de Cusco) me dijeron, allí encontraras el Templo de la Luna.

Me quedaban 6 horas en Cusco de retorno a Lima después de visitar la ciudad dos días antes, sentía la necesidad de hacer algo diferente. Escribí a mi amiga Dani, una bruja igual que yo, “quiero ir a un lugar místico” le dije, “vete al Templo de la Luna” respondió.

y me aventuré a subir la cuesta detrás de la ciudad de Cusco por una hora. Me iba conectando con lo que estaba buscando, me cruce con una llama, un camino de piedra, aire fresco, árboles y vegetación, el cielo azul, las nubes blancas y mis pensamientos, mi piel, mis emociones, mi tacto, mi visión todos mis sentidos a flor de piel, mi cuerpo y mi mente en busca de no se qué (encontrar el templo de la luna era un excusa) tenía miedo la verdad, miedo de encontrar lo que no sabia que buscaba. Un vendedor de pulseras artesanales me trajo a realidad, tal vez me vio perdida y pregunto si podía ayudarme en algo. Yo le conté en resumidas cuentas que hacia allí y al hablar sin saber que decía las lagrimas brotaban de mis ojos, pienso que estaba susceptible, me miró a los ojos, y sentí que entendía lo que decía porque a veces las palabras no expresan lo que el alma siente, “hermana sigue en tu búsqueda y te darás cuenta que no necesitas buscar” no entendí pero me consoló su abrazo por un segundo. Me despedí, me dijo suerte, espero que encuentres lo que buscas. Me sentía vulnerable al mundo exterior, miraba a las personas a los ojos y les veía el alma, muchas energías mezcladas. Para! Me dije.

Cree un espacio donde no existiesen humanos, era mucha distracción. Subí la cuesta, escuchaba mi respiración fuerte y los latidos de mi corazón que poco a poco se hacían notar aún más, tenía sed, no sabía si encontraría agua. En seguida reconocí a un señor y le pregunte si conocía donde estaba el Templo de la Luna, me dijo “hay dos caminos”, el más largo pero asfaltado lo encuentras si caminas recto, el más corto pero sin camino, solo trocha está a la derecha, tú eliges, me dijo. 

Mientras caminaba no pensaba qué camino tomar solo hasta que llegó el momento de decidir, apareció una tiendecita donde compre agua, me dio valor para tomar el camino más largo. Después de 40 minutos de caminata todo era más hermoso que antes y no precisamente por lo que veía, un cielo azul que jamás había visto y las nubes casi, casi se podían tocar.
Tuve conciencia que no podía seguir caminando sin rumbo (hoy pienso que era lo mejor) y empecé a buscar personas a mi alrededor, reconocí un perro a lo lejos, este me llevo hasta un pastor a quien le pregunte donde estaba el Templo de la Luna, y me dijo: de la Luna o del Mono?, los dos están cerca, agregó  ve más arriba, habían caballos, ovejas, vacas, y a lo lejos vi a una niña y un niño que jugaban muy inocentes, reían ellos, todo se mezclaba, olía a libertad, a bendición a fresco, a quedarme en ese momento para siempre. 

Hasta que Llegue por fin! era una especie de monte donde los Incas adoraban a la Luna, desde lo más alto de la ciudad del Cusco, una vista espectacular y una energía penetrante. Me quede un rato allí, me senté en un piedra con forma de silla y me quede dormida unos minutos, había mucho sol, cuando desperté, dije bueno no pude entrar. Lo único que sabía era que no quería regresar a la ciudad y menos a Lima, camine por la montaña, fue entonces que ocurrió el motivo por el cual había llegado hasta allí. A lo lejos escuche música con sonidos espaciales, música te tocaba mi corazón, mi alma, que sacudía cada poro de mi cuerpo, que trascendía a mis pensamientos, eran vibraciones mágicas, era un niño que bailaba con el sonido de un parlante y un instrumento que tenía en sus manos, como un cascabel de semillas, me acerque, había una muchacha, quemando leña cerca al niño.

Hola le dije, me llamo Mariela, ella me miro con una inocencia y una sonrisota, no me respondió solo giró la cabeza buscando a su esposo, un hombre delgado y fuerte a la vez, con pelo largo y trenza, él estaba recogiendo leña, lo mire y se acercaba a mí con una sonrisa, como si me conociera de antes, me dio la mano y me apretó muy fuerte,  me dijo bienvenida yo estaba con lentes de sol, como estas? me preguntó, bien le dije, “puedes quitarte los lentes que no veo tu alma"?, su solicitud me impresionó. "Ven acompáñanos hermana me dijo, entonces entendí inmediatamente que mi propósito en ese lugar fue conocerlos, la Madre Tierra me condujo hasta ese momento, hablándome, regalandome el camino, los árboles, los animales y a estas personas. La mujer (no recuerdo su nombre) era una chica bonita de pelo negro largo y brilloso, con trenzas, no hablaba, era tímida pero con una sonrisa sincera, le pregunte qué haces?, estoy haciendo la comida. Juntó unas piedras y barro, hizo como una especie de horno.

Había además una niña pequeña (su otra hija) que estaba recogiendo leña por el monte mientras el hombre se iba a lavar el queso fresco a un lago que estaba cerca, todo era mágico, me dijeron siéntate y no hagas nada, eres nuestra invitada, yo jugaba con el pequeño, mientras se hacia la comida, el hombre prendió un parlante con música y empezó a bailar, acompáñanos, me dijo, es un día de sol hay que agradecer al padre sol que nos alumbra y empezó a bailar, cogió a su esposa de las manos y bailaron en círculos, yo solo los seguía al ritmo de la música, era feliz, bailamos mucho, recuerdo que me divertía mirándolos sonreír, no existía la vergüenza, los pensamientos, la mente estaba en blanco, solo sentía mi alma y la de ellos.

Luego de ese baile (mientras de hacia la comida) tuve la necesidad de servirles, y les pregunté si habían practicado yoga antes, y nos pusimos hacer algunos saludos al sol y literal lo hacían con tanta devoción, fue hermoso.

“Siéntate que vamos a comer”, siempre tan amables, sentí que ellos veían luz en mí, mi luz, que me reconocían.  Comimos las raciones de papa, queso y habas, fue lo más sabroso que había probado nunca, la textura, el sabor, los colores, el olor, todos mis sentidos despiertos. Lo disfrute mucho, el tiempo simplemente no existía, pasaban las horas, quería quedarme allí, sentí que me acogieron como una familia. “Tenemos que partir, y tú también”,dijo.

Volví a la realidad, ellos me acompañaron en le camino por más de 20 minutos, los abrace tanto, los mire a los ojos y les dije: Nos veremos nuevamente.

Esa fue la experiencia mas real que tuve en Cusco


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